Regresó, pero no por amor

Me casé con solo diecinueve años. Él era veinte años mayor: un hombre seguro de sí mismo, sensato y maduro, con quien todo parecía estar en su lugar.

Hablaba con dulzura, escuchaba con atención y me miraba como si yo fuera el centro de su universo. Sentía que con él no tenía nada que temer.

Nos casamos, tuvimos dos hijos y la vida era tranquila y apacible. Sin tormentas, pero con confianza. Pensé: esto es la verdadera felicidad.

Pero un día, simplemente se fue. Sin discutir, sin dar explicaciones, sin dejar una nota. Al principio, pensé que volvería. Luego, tal vez algo había pasado. Pero los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses.

Ni una llamada, ni una carta. Solo de vez en cuando llegaba una mísera pensión alimenticia, apenas suficiente para comida y ropa para los niños.

Aguanté. Trabajaba de noche, no dormía y ahorraba en todo. Lo principal es que los niños no vean lo doloroso y aterrador que es. Para que crean que mamá es fuerte.

Pasaron casi tres años. Y entonces, una noche, llamaron a la puerta.

Allí estaba él.

Con un ramo de flores, una sonrisa culpable, una voz suave llena de remordimiento.

«Lo entiendo», dijo. «Lo perdí todo por tontería. Lo quiero todo de vuelta. Quiero estar con ustedes».

Me quedé en silencio. Miré, pero no sentí nada. Solo frío.

Un mes después, llegó una citación judicial.

Había solicitado la tutela de los niños.

Al principio, no lo creí. ¿Por qué? ¿Qué tramaba?

Y entonces llegó una carta, una oficial, de la notaría.

Resultó que su padre había muerto.

Y había dejado toda su fortuna… a nuestros hijos.

La casa, las cuentas bancarias, el terreno… todo estaba registrado a su nombre.

Pero solo un tutor legal podía administrarlo.

Y entonces todo cobró sentido.

No volvió por nosotros. Ni por amor. Ni por remordimiento.

Volvió por dinero. Por poder sobre algo que no le pertenecía.

Doblé la carta, la guardé en el cajón y, por primera vez en mucho tiempo, sentí paz.

Que finja ser un padre cariñoso. Que pronuncie palabras bonitas.

Ahora sé la verdad.

Y si alguna vez vuelve a cruzar ese umbral, estaré preparada.

Like this post? Please share to your friends: